"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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05-11-2017 |
1917-2017: reflexiones y perspectivas
Reflexiones necesarias e indeseadas
¿Es equivocada o utópica, la búsqueda de un sistema socialista, superador del capitalista? ¿Es decir, un sistema conseguido mediante una revolución de los trabajadores al frente de un haz de clases, capas y sectores populares, para eliminar la propiedad burguesa de los medios de producción y de cambio (estancias, fábricas, bancos, comercios, etc.), socializarlos y transferirlos al Estado, que planifique la producción en función de las necesidades del consumo? ¿Un Estado de nuevo tipo, que deje de ser una dictadura de la burguesía, para constituirse en una verdadera democracia que defienda a las grandes mayorías?
A cien años de la Revolución Rusa y a veintiséis del colapso de su creación, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hay interrogantes previas que exigen respuestas: ¿por qué fracasa el socialismo en la URSS?; ¿llega a ser socialista la experiencia soviética?
Los teóricos fundadores del materialismo dialéctico (Marx y Engels) piensan la revolución contra el sistema capitalista dominador a nivel mundial, en escala mundial. Lenin -después- distingue dos conceptos de revolución socialista: la “revolución en sentido amplio” y la “revolución en sentido estrecho” . La primera equivale a la transformación de las estructuras económicas, sociales, políticas, culturales: el espacio es mundial y el tiempo abarca toda una época histórica. La segunda es la revolución política, definida por el hecho que la clase obrera conquista el poder; el espacio es nacional, de un sólo Estado, y el tiempo se reduce a un período breve. Cuando Marx y Engels piensan en la revolución socialista lo hacen en el primer sentido, pues jamás se plantean el problema de una victoria socialista en un espacio nacional por un tiempo prolongado.
La experiencia soviética
Sin embargo, la URSS liderada por José Stalin, formula la tesis del “socialismo en un solo país” y tras la Segunda Guerra Mundial del “bloque socialista” . Esas tesis contradicen a Lenin, quien expone después del triunfo de la revolución bolchevique (1918) y del fracaso de la revolución europea (1922): “La victoria final del socialismo en un solo país es imposible […] Si consideramos la situación con un criterio histórico, no podremos abrigar la menor duda respecto al hecho de que nuestra revolución sería una empresa desesperada si permaneciera aislada […] Lo que vendrá a salvarnos de todas nuestras dificultades […] es la revolución europea” (“Discurso al 7 o . Congreso del P. C.” 1918). Y, “si no nos ayudan con rapidez los camaradas obreros de los países más desarrollados en el sentido capitalista, nuestra obra será increíblemente difícil y cometeremos, sin duda, una serie de errores.” (Discurso al 11 o . Congreso del P. C.”. 1922)
Pronto, el aislamiento lleva a la deformación: el hambre, la pasividad, la desocupación, la pérdida de muchos de los mejores cuadros bolcheviques, la imposibilidad de éstos del contacto diario con las masa obreras debido a las nuevas funciones estatales o partidarias asumidas, la parálisis de los Soviets, el desarrollo del mercado negro, el atraso técnico, la ignorancia en materia de organización y control de la producción de los obreros, la incapacidad administrativa. Hay fábricas donde los obreros roban el 50%, en tanto que los salarios cubren la quinta parte del costo de vida del obrero. Para colmo, 1921 es de reflujo general de la revolución proletaria, el último de la vida activa de Lenin.
Después, se llega al apogeo de la contrarrevolución termidoriana, -caracterización de Trotsky comparando con la Revolución Francesa- es decir, la revolución traicionada por la burocracia dominante. Colectivización forzosa de la agricultura contra las aspiraciones campesinas, industrialización acelerada de la industria pesada sin considerar las necesidades inmediatas del pueblo, el terror masivo contra quien discrepara, la obsecuencia de la Internacional Comunista, cuyo centro es la defensa de la URSS, aún contra las aspiraciones del proletariado de diferentes países. También se observan importantes éxitos: la URSS será la gran vencedora contra la Alemania nazi, se mejora finalmente la situación de sus pueblos (salud, educación, ausencia de desocupación, etc.), es pionera de la conquista del espacio. Aunque -tras la Segunda Guerra Mundial- subordina y reprime a los pueblos de Europa Oriental, las llamadas democracias populares, con la excepción de Yugoslavia de Tito. Y, a la vez, apoya a la mayoría de las luchas anti imperialistas sucedidas en el Tercer Mundo (Cuba, Vietnam, Corea, etc.).
Hasta que finalmente se llega a la restauración del capitalismo (1991).
Señalemos grandes rasgos de la realidad. Las fuerzas productivas tienen un desarrollo inferior a los países capitalistas avanzados (Checoslovaquia, la excepción). Los medios de producción y de cambio pertenecen al Estado, pero éste no es dirigido por los trabajadores sino por la burocracia -capa de funcionarios privilegiados que defienden sus propios intereses- por lo que no se alcanza el socialismo, que es la propiedad social y la gestión de los trabajadores. No hay patrones que se apropien de la plusvalía, aunque hay excepciones en algunas democracias populares, que no han alcanzado plenamente los rasgos del sistema. Tampoco hay clases explotadoras y explotadoras, pero se mantienen importantes desigualdades, menores a las del capitalismo. Y la ideología comunista se desfigura al servicio de esa burocracia. En síntesis, la producción es social, pero hay una dirección casi privada ejercida por una élite burocrática, que se apropia de parte de ese producto social. El comunista alemán Rudolf Bahro afirma que en la URSS y su zona de influencia, no se alcanza el socialismo, sino una aproximación, un proto-socialismo o socialismo en estado larvario . ( “La alternativa. Contribución crítica del socialismo realmente existente” ).
Fuera de la URSS, las experiencias de intención socialista pasadas y actuales pueden englobarse en términos similares. Como ejemplo, el Partido Comunista Chino afirma que su país se encuentra en la fase inferior del socialismo en la que permanecerá hasta fines del siglo XXI, mientras la tarea principal es desarrollar las fuerzas productivas, en atraso extremo, con activa presencia de una clase burguesa fortalecida.
El socialismo como perspectiva
Si la experiencia no ha conducido a lo esperado, ¿hay motivos para pensar que habrá socialismo en el futuro? En todo caso, que el desarrollo histórico no es lineal lo confirma el capitalismo. Un “primer capitalismo” triunfa en Europa en el siglo XVI en la zona mediterránea, desaparece ante la reacción nobiliaria y reaparece bajo otras coordenadas, en la Inglaterra de la Revolución Industrial en los siglos XVIII y XIX, análisis que desarrolla Jürgen Kuczynski en “Breve historia de la economía” .
Aunque nos resulte desagradable, debemos reconocer que el capitalismo ha demostrado adaptabilidad y ha sobrevivido a las diversas crisis y a las luchas de las clases, capas y sectores explotados y oprimidos. Escogiendo los descubrimientos e inventos que le sirven, y desechando los otros, ha conseguido desarrollar las fuerzas productivas, que en la actualidad se afirman con las tecnologías de la información y comunicación. Y ello ha provocado transformaciones en todas las estructuras (económicas, sociales, políticas, etc.). Dichas transformaciones son múltiples y todavía poco estudiadas o difundidas. Hoy ya no existe el proletariado de los tiempos de Marx o de Lenin, pero sí una clase trabajadora con nuevas características, explotada, oprimida y alienada. Y se extienden los marginados, carentes de una concepción revolucionaria, que se contentan - para decirlo con palabras de Lenin- con “las migajas” del festín de la burguesía trasnacional. Para hacer más eficaz su dominio dicha burguesía suma al poder económico, político, jurídico, militar, el poder alienante de los medios masivos de comunicación, de iglesias oscurantistas, de ONGs “humanitarias” que sirven al sistema. En síntesis, no parece cercana la caída del sistema capitalista.
Sin embargo, las razones para combatirlo y que en un futuro se le derribe, son cada día mayores. Señalamos las principales. Pese a que toda la humanidad podría vivir bien, asistimos a una repugnante desigualdad: las ocho personas más ricas del mundo, poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, aproximadamente 3500 millones. Las personas sub-alimentadas aumentan: 777 millones en 2015 y 815 en 2016. Pero la ganancia está ante todo: este año en Uruguay se tiraron toneladas de manzanas para evitar la caída de su precio, de todo lo cual los medios masivos de comunicación -en el mejor de los casos- apenas informan.
Y el capitalismo perturba peligrosamente a la naturaleza. Contamina y al agua, al aire sano, a la tierra, al tiempo que desaparecen especies animales, ¿qué más? Lo ha señalado el Papa Francisco I, lo ha sintetizado Evo Morales: “o muere el capitalismo o muere la Madre Tierra”. Entonces, trabajemos para que en base a la clase trabajadora -diferente al proletariado fordista- y perfeccionando la lucha ideológica contra la alienación propagada por el gran capital, desde diversos puntos del mundo, enhebremos procesos en pos del nuevo socialismo del siglo XXI.
NOTA: Este artículo se basa en “Lenin, la Revolución Rusa y el socialismo del siglo XXI” del autor. ARCA. 2009
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